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Las primeras moléculas

Supongo que, como cualquier ser humano, te habrás preguntado alguna vez cuál es el origen de la vida. Verás, esa pregunta, al igual que tú se la han hecho los científicos a lo largo de las décadas y, por desgracia, aún no se tiene con seguridad la respuesta; sin embargo, muchísimas teorías andan pululando por ahí, a la espera de ser probadas o refutadas.


Pero, realmente, ¿te has parado a pensar alguna vez qué es lo primero que tuvo que surgir para que tú estuvieras aquí? ¡Moléculas! Sí, sí… extraño, ¿no? Yo habría pensado en una célula o algo así.


Antes de meternos en el ‘jaleo’ que es la química primitiva, me gustaría hacer un pequeño inciso. A mediados del siglo XIX, Pasteur, un científico muy conocido por hallazgos como la pasteurización (entre otros), demostró que la vida no se generaba de manera espontánea. Así es, en aquella época la llamada ‘generación espontánea’ era una teoría muy extendida acerca de la presencia de vida. De esta loca teoría hablaremos en otras publicaciones.


Harold Urey

Ahora bien, Pasteur sentó grandes precedentes en las investigaciones del origen de la vida.


Este es el caso de Stanley Miller y Harold Urey, unos científicos del siglo XX que trataron de poner a prueba una hipótesis: La formación de moléculas orgánicas que constituyan las bases de la vida a partir de las condiciones de la Tierra primitiva. En otras palabras, que aparezcan unas moléculas que de alguna manera puedan formar parte de los seres vivos a partir de unas condiciones extrañas, en las que no había oxígeno, una molécula que sabemos que es esencial para los seres vivos con respiración aerobia.


¿Cómo hicieron estos científicos para probar su hipótesis? Pues bien, utilizaron un aparato como el que aparece en la fotografía de Miller, en el cual había agua hirviendo y una mezcla de gases que haría el papel de ‘atmósfera primitiva’. Esta atmósfera esta compuesta de gases como el metano, el amonio, agua e hidrógeno. Además, este aparato estaba conectado a unos electrodos que darían descargas eléctricas, de tal manera que simularan tormentas eléctricas.

Stanley Miller

Al llevar a cabo este experimento, el agua hervía en el matraz, se mezcla con los gases, circula y recibe las descargas de los electrodos. Después, pasa a través de un condensador que devuelve el agua gaseosa a su estado líquido, volviendo al matraz con agua hirviendo.


¿Y qué paso después? Pues algo bastante curioso. Tan solo pasadas 24 horas, el agua se tornó de color rosa y para el final de la semana esta ya era roja y turbia. ¡Eureka!


O no… Espera, espera… ¿cómo podían saber si estos cambios no se habían producido por microorganismos? Muy sencillo, se les ocurrió añadir unos compuestos inorgánicos como el ácido sulfúrico o el hidróxido bárico para evitar el crecimiento de seres vivos.


Finalmente, utilizando una técnica de cromatografía pudieron identificar una serie de aminoácidos como la glicina, la a-alanina y la b-alanina. Estos aminoácidos están representados en el código genético, formando parte de proteínas que efectivamente forman parte de los seres vivos.


Lo creáis o no, este experimento sentó grandes bases para investigaciones futuras, e incluso se crearon ramas de la ciencia como la Química prebiótica, que se encarga de estudios como este. ¿No os parece increíble? Estos científicos, hace más de 50 años, vieron la posibilidad de que se formasen las primeras moléculas orgánicas en las inhóspitas condiciones de la Tierra primitiva. Moléculas que, tiempo más tarde, darían lugar a los primeros seres vivos.



Adenina




REFERENCIAS


Miller, S. L. 1953 The production of amino acids under possible primitive Earth conditions. Science 117, 528–529. (doi:10.1126/science.117.3046.528)


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